El papel anónimo de la mujer chapina

 Cuando se realizan estudios o se hacen publicaciones con el tema de la participación de la mujer guatemalteca en la vida y en la historia del país, se tiende a resaltar la contribución femenina en actividades destacadas. 


Y en efecto, la participación de ellas en la vida nacional tiene una larga data y se presenta en numerosas áreas, pero en los reportes se tiende a olvidar la importancia de su papel como madres, hijas, esposas, compañeras de vida, abuelas y otros papeles de índole familiar.

Las mujeres guatemaltecas, a causa de la importancia y variedad de  sus actividades, derivadas de su capacidad, su intelecto y su entusiasmo, son una fuerza en todos los campos. Cada vez hay más profesionales universitarias, empresarias, y por ello a nadie debe extrañar que logren  escalar puestos de mucha importancia, como rectoría de universidades, presidencia de colegios profesionales, cabeza de organizaciones empresariales, políticas y sociales.



La labor de la mujer en lo que se pueden llamar los papeles que le otorga la tradición, dentro de la familia, tiene una importancia crucial a causa, sobre todo, de las características especiales de la sociedad guatemalteca. A esas labores que provocan la admiración generalizada —y en algunos casos también la crítica— porque marcan  el rumbo sobre cambios necesarios y positivos, las mujeres deben agregar su tarea dentro del hogar. No se puede dejar de mencionar que el porcentaje de madres solteras, que son a la vez cabeza de familia, resulta una clara muestra del machismo reinante en un demasiado alto porcentaje de varones, lo que por desgracia se complementa con la costumbre en algunos grupos culturales y étnicos del país de considerar el maltrato físico y emocional como algo natural o marcado por una tradición muy mal entendida y negativa.

Hace algún tiempo comenzó una campaña específica de educación para la niña. La idea es positiva, tiene evidentes beneficios para el presente y para el futuro. Esta educación no se refiere solo a enseñar a leer y escribir, sino a mostrarle a la mujer desde los primeros años a autoevaluarse en mejor forma. La maternidad es básica para la sociedad, en su conjunto, y  cuando se realiza sin cuidado —de manera voluntaria u obligada por las circunstancias— los efectos alcanzan dimensiones muy grandes.


La sociedad actual, aunque cada vez menos, considera que la mujer de alguna manera no tiene capacidad de desempeñar determinados cargos o realizar actividades específicas. Cuando una mujer falla, por error o por mala intención, el efecto es doblemente negativo, porque el hecho en sí de incumplir su tarea provoca retrocesos y se une la enorme posibilidad de críticas justificadas y de comentarios negativos que adquieren fuerza y se mantienen.

En el caso de la política, los fallones femeninos son devastadores, sobre todo en aquellos puestos a los que se llega por elección. La mujer en Guatemala está activa en política desde 1541, cuando doña Beatriz de la Cueva, viuda de don Pedro de Alvarado, se convirtió en gobernadora. Las mujeres de hoy necesitan estar conscientes de ello, y recordar que su papel no puede olvidar el de ser el centro de toda familia, ya sea bi o monoparental.
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