Con una cámara oculta, tanto los repartidores jóvenes como los más grandes cayeron en la broma. La gran mayoría quedó atónitos, no lograban entender que es lo que estaba ocurriendo. Otros, intentaban sin éxito alguno taparse el rostro. El problema estaba en que no mirar era muy difícil o casi imposible, al menos para gran mayoría de ellos.

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