Identidad Nacional ¿Para qué?

Existen diferentes enfoques o maneras de plantear la identidad, y la importancia que en cada uno de ellos se otorgue al aspecto social o individual, condicionará el procedimiento y la definición del concepto. Para mí, en cualquier caso, la identidad es historia, representación y estrategia.
La identidad es historia, puesto que el conjunto de rasgos culturales propios de un grupo étnico (lengua, religión, modo de vida, organización social, costumbres, vestimenta, etc.), son el fruto de un contexto social y temporal específico, pero también porque esos rasgos culturales llevan la marca de la historia.


La identidad es representación, porque los individuos y grupos sociales, condicionados por el medio social y natural en que viven, construyen formas específicas de percepción de sí mismos (percepción de la persona), modalidades propias de concepción de la divinidad (percepción de la divinidad), formas específicas de relación de los hombres con la naturaleza (taxonomía, modos de apropiación) y formas propias de relación con los demás (relaciones sociales).
La identidad es estrategia, puesto que la percepción que los hombres tienen de sí mismos y de los demás, condiciona los comportamientos y las formas de relación de los individuos y grupos sociales, sus lógicas de acción y sus objetivos.




De manera que las personas, según sea su identidad étnica, poseen formas distintas de percepción de sí mismas y de las demás, de la sociedad, de la divinidad y del entorno natural.
De ello se desprende que en una sociedad donde existan múltiples identidades étnicas, no puede exis- tir una única forma de concebir la identidad nacional. Al menos no de manera idéntica.
De suerte que en Guatemala, país multiétnico y multicultural, construir la identidad nacional que represente a cada uno de sus componentes implica identificar lo que es común a todos, no obstante los rasgos culturales específicos de cada grupo étnico.



Me estoy refiriendo al conjunto de procesos históricos que han influido, de una u otra forma, en la configuración de la identidad de cada individuo y grupo social guatemalteco. Es esta constatación, precisamente, la que me permite afirmar que es la historia de Guatemala, su pasado maya, colonial y republicano, la que debe dar forma a la identidad nacional.


Pero no se trata de construir la identidad nacional basándose en el repartimiento y la encomienda, tampoco en otros hechos lamentables de la historia patria. Debemos conocer toda la historia, por supues- to, pero debemos privilegiar los símbolos y valores positivos que eleven la autoestima individual, social y nacional. Enaltezcamos a los mayas antes que a los griegos, al Gran Señor Kiq’ab’ en vez de sus hijos, a Fray Bartolomé de las Casas y no a Pedro de Alvarado, a José Simeón Cañas en lugar de José Cecilio del Valle, a Jacobo Arbenz y no a Justo Rufino Barrios, la cultura nacional en vez de la de Miami, a nuestra gente antes que al extranjero.

Pero advirtamos que la estructura del régimen colonial y republicano ha sido un factor determinante en los procesos de recomposición de las identidades de los guatemaltecos: ella ha (re) modelado las percepciones individuales y grupales, ella ha (re) definido las modalidades de relación entre los grupos e individuos, ella ha (re) configurado creencias y prácticas religiosas, y ella ha determinado las estrategias de los individuos y grupos sociales en su relación con los demás.



Se trata, entonces, de transformar el conjunto de relaciones perniciosas que articulan a los diferentes grupos étnicos de la sociedad guatemalteca, es decir, de cambiar el tipo de relaciones injustas y dañinas que a lo largo de casi cinco siglos han determinado la función de cada grupo e individuo en la sociedad. Debemos, pues, terminar con las superposiciones identitarias para darle carácter de unidad a la identidad nacional.


Mi propuesta no tiene nada que ver con la idea de identidad nacional que nos han inculcado. La identidad guatemalteca que conocemos es a mi juicio una “no identidad nacional”. Es decir, una identi- dad sin historia, sin referentes y sin un imaginario nacional común, porque no representa ni relaciona a los distintos grupos étnicos que integran la sociedad, y porque no responde a un proyecto común de nación.


En otras palabras, el concepto de identidad nacional que propugnan los grupos dominantes a través del Estado y su aparato ideológico y publicitario, es un reagrupamiento de elementos diversos que reducen la historia patria a una especie de “Xetulul”: La bandera de los liberales, el himno liberal, el escudo de armas de los liberales, el quetzal, la ceiba, Tecún Umán, “Gallo nuestra cerveza”, “Pollo Campero”, “Azúcar de Guatemala”, “Somos Chapines”, “Guateámala”, “Guatevisión”, “Vamos Chapines”, etc.; son algunos de los componentes de la no identidad nacional guatemalteca.



Esto tiene diversos efectos a nivel individual, grupal y nacional, puedo citar el caso de la supre- macía de los intereses individuales o grupales, en detrimento de los nacionales, cuando se toman las grandes decisiones económicas que pueden sacar adelante o hundir al país. La firma del TLC con los Estados Unidos, las concesiones mineras y petroleras, el caso de Cementos Progreso, son los ejemplos más recientes de los efectos perniciosos de esa “no identidad nacional”.
La importancia de crear una identidad nacional que reagrupe al conjunto de identidades étnicas, re- side en el hecho de que sólo sintiéndose parte de un proyecto de nación común a todos, los guatemaltecos podrán unir esfuerzos, diseñar estrategias y relacionarse con los demás países del mundo con objetivos claros que favorezcan al conjunto de la nación.




Si esto fuera posible, deberá ser el Estado, a través de sus instituciones (Ministerio de Educación, Radio, Televisión, etc.), el que trabaje en la construcción de una identidad nacional que represente y relacione a todos sus elementos. Esto plantea la necesidad de desarrollar un arduo proceso de enseñanza y aprendizaje y puesta en valor de la historia nacional, maya, colonial y republicana. Sólo así, y sólo anteponiendo el interés nacional por sobre el individual o grupal, los guatemaltecos mayas, mes- tizos, ladinos, criollos, garífunas, xincas u otros, que entonces enaltecerán su nacionalidad, podrán conocerse verdaderamente, comprenderse y acercarse, y romper las barreras que el sistema de dominación, explotación y discriminación les ha impuesto. Esto, evidentemente, significa que para construir la identidad nacional guatemalteca debemos transformar la estructura injusta que condiciona las percepciones individuales y colectivas, los comportamientos y las formas de relación social entre las personas y grupos étnicos del país.
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